Nacer en cuna de oro no es un beneficio para todos; el Perú cuenta con más de siete millones de personas que viven en pobreza crónica, contando con escasas oportunidades en la mayoría de casos. Los ciudadanos del Asentamiento Humano Virgen de la Candelaria ubicado en Villa María del Triunfo quienes no decidieron vivir en estas precarias condiciones, de la mano de la falta de estudios y trabajos informales son obligados a buscar alternativas para el sustento de sus hogares, encontrándose en la espera de una vida feliz.
Gianina Mamani, Erika Galvez y César Morales son tres historias diferentes, pero con un objetivo en común: el tener que afrontar cualquier situación con tal de subsistir. Gran cantidad de personas no contaron con el fácil acceso a educación, sabiendo que este es indispensable para conseguir un sueldo mínimo en un trabajo. Asimismo, sus indefinidas y agotadoras jornadas laborales superan las 8 horas estipuladas por el Estado, con sudor y lágrimas siempre buscarán alimentar sus preciados hogares por lo menos una vez al día.
Gianina es una madre de familia luchadora y comprometida, que sale día a día en busca de dinero para poder alimentar a sus hijos, empieza sus jornadas a las 10 de la mañana y se queda hasta altas horas de la tarde en su humilde triciclo en compañía de su hijo mayor, ambos pedaleando y tocando su bocina venden helados en el Óvalo de Santa Anita. Para ella la vida suele ser difícil, no todos los días gana lo mismo, pero no se puede dar por vencida debe seguir esforzándose por un mejor futuro para su familia.
Es así como Gianina hace todo lo posible para poder llevar lo recolectado de las ventas del día a su humilde hogar. Son varias las ocasiones en las que las ganancias son mínimas y no les alcanza para mucho, consiguiendo poco más de 8 soles diarios, mientras que en otras tardes calurosas la demanda les ayuda a recaudar 20 soles. Uno de sus mayores anhelos es poder brindar las tres principales comidas a toda su familia, en especial a los más chicos, o como ella diría sus hijitos.
En el bloque del frente viven Erika Galvez, su mamá y sus dos hermosos hijos. Similar a su vecina Gianina, Erika entrega su cuerpo y alma a la carretilla familiar todos los días, pasando largas horas en las movidas calles de Lima con el fin de ofrecer alimento a los transeúntes y juntar algo de sencillo. ¿Su mayor motivación? Cada uno de los integrantes de su cálido y amoroso hogar, quienes la esperan y la necesitan como el mayor sustento para nutrirse.
La abuelita de los pequeños se queda en casa apoyando en la limpieza o en el cuidado de los menores, mientras la joven madre se parte el lomo en la vía pública. Sin embargo, en más de una ocasión Erika recibe la compañía de su niña, quien se queda a su lado sentada sobre una banquilla. La pequeña, que pertenece al porcentaje de casos especiales representa uno de los motivos más importantes de su madre para subsistir a diario y afrontar las adversidades que le depare su emprendimiento.
Cerca de las casas de Gianina y Erika encontramos a César Morales, un adulto de la tercera edad es quien tiene más experiencia y quien dedicó la mayor parte de su vida a trabajar, dejó sus estudios en el segundo año de primaria y fue en búsqueda de un trabajo para sentirse útil y ayudar en su hogar como podía. Ganando tan solo 10 soles mensuales en sus inicios en empleos donde formaba parte de la servidumbre, este hombre no tuvo la oportunidad real de acceder a mejores oficios, debido a la falta de educación.
Es este sacrificio de tantos años de trabajo arduo donde no se detuvo a holgazanear lo que hoy en día lo llevó a conseguir la estabilidad que en algún momento sus padres no pudieron darle, pero que ahora le es justo subsistir. Sin tener el deseo de salir en busca de más, conforme con lo poco que tiene, acostumbrado a que la vida sea así, se queda sentado en su antigua y pequeña silla viviendo con lo poco que tiene, pero a la vez convencido de no necesitar alguna otra cosa.
“No más pobres en un país tan rico”, célebre frase que tiene motivo más no solución, el pueblo necesita hechos más que palabras. Estas personas merecen ser observadas y escuchadas, porque existen distintas carencias en la vida, y algunas personas se la pasan trabajando largas horas durante el día para ayudar a sus familias. Lamentablemente, es la realidad que se vive en la mayoría de lugares del país. A pesar de que el Estado peruano intenta buscar alguna solución, año tras año la pobreza cada día continúa aumentando sin piedad.
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