Una mañana fría, en un pueblo del Cuzco; despierta de una pesadilla, gritando con mucho miedo una abuelita: “¡Terremoto! ¡Terremoto! Corran hijos míos, la madre tierra tiembla”. Uno de sus nietos se acerca a ella, mientras la toma de la mano le pregunta “¿Terremoto? ¿Qué sucede, abuelita? ¿De qué hablas?”. Ella lo toma entre sus brazos aún con el susto de aquel mal sueño. “Hijo mío, he soñado con un terremoto, ¡No, muchos de ellos!”, exclamó ella desesperada. “Cuéntame, abuelita”, dijo el joven.
>> En mi pueblo de Yatitambo, cuando era chica había un señor llamado Saturnino Ñuñez Pereyra. Era un hombre blanco, una persona arrogante y dueño de la mitad del valle. Siempre abusando de su poder y denigrando a los campesinos, que en ese entonces trabajaban para él. Por mucho tiempo hizo creer a todos en el pueblo, que estaban siendo castigados con terremotos. Pensando que se merecían tal sanción por ociosos.
>> Aunque el viejo Tata Pedrón, un paisano fiel y trabajador de nuestro pueblo. Nos defendió de la arrogancia del patrón Saturnino. Una mañana mi compadre le preguntó: “¿qué pasó con los postes, Don Núñez?” y este respondió con tono de burla: “¡el terremoto movió los postes Tata, ayer ocurrió y con mucha fuerza!”. Tata en todo momento se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Y cómo con cada terremoto la finca del patrón se hacía cada vez más grande, haciendo que los demás perdieran partes de su terreno.
>> Ese viejo testarudo… cómo le gustaba darle la contra al patrón. Se la pasaba reclamando por qué la tierra le daba más terreno al Núñez; si nosotros éramos sus hijos… no ese sinvergüenza que todos los días nos decía cosas feas. Mi mamita pensaba que era un castigo de Taita Dios; pero mi gente trabajaba todos los días para vivir, no dañamos a nadie. Fue entonces que el viejo Tata cada noche formó grupos para que se quedaran despiertos y así sentir los terremotos. El pueblo estuvo atento durante un tiempo.
>> Hasta que una noche la tierra iba a temblar con fuerza, así que el tata fue corriendo a contarle al pueblo. Todos alarmados decidieron no dormir ni un segundo para poder sentir el terremoto. Las mujeres mayores chacchaban coca para mantenerse distraídas, los hombres en el suelo colocaban sus orejas en la tierra esperando el gran movimiento, mientras otros rumoreaban esperando el amanecer. Cuando los gallos empezaron a cantar y los primeros rayos del sol se asomaron, todo el pueblo se sentía engañado y molestos fueron a reclamarle a Don Núñez.
>> Una vez que estuvieron cara a cara con Don Núñez, los trabajadores del pueblo sabían que les mintió todo el tiempo. El patrón estaba aumentando su propiedad todas las noches, sin que nadie se enterara". “Entonces ‘terremoto’ tenía ese significado para ti” respondió su nieto. “Sí hijo mío, siempre hay personas malas que querrán destruirte física o mentalmente, pero ante esos obstáculos debemos avanzar firmemente”.
Autor: Equipo de PAPEL Y PLUMA
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Fuente: Colombia.com
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