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MI ENEMIGO, EL ESPEJO

Foto del escritor: Geraldine ZGeraldine Z

Con prisa y pereza a la vez, me dispuse a entrar en mi habitación, dejando a mi padre y su reunión virtual solos en la sala como me pidió. En mi cuarto podría seguir con mi clase y de ser posible música que me inspire más adelante, así que acomodé la laptop en mi cama. Lo siguiente era cerrar la puerta y subir el volumen de la máquina a uno moderado, pero antes de acercarme a este mi atención se fue a su reflejo en el espejo.

Ya era costumbre perder mis pensamientos viendo lo que aquella ventana mostraba sobre mí. Las raíces oscuras de mi cabello resaltaban de sus puntas resecas y rojizas, estas cayendo sobre mis hombros. Mi vista bajaba hasta mi ancho, pero chiquito cuerpo, de perfil se veía que mi pancita se hinchó luego del almuerzo y mis pequeños pies casi ni se notaban por los largos pantalones negros que escogí.

No era que me fascinara la vista, desde que tengo memoria los estándares de belleza me perseguían, incluso mi familia solía comparar entre las primas de la tercera generación. La confianza no es una de mis virtudes, y la falta de esta tampoco me deja reconocer otras que puedan hacerme brillar entre los otros. Creo que esa es la principal razón por la que no suelo abrirme con otras personas más que con mi madre.

Puedo afirmar que contar los granos de nuestras caras es un horrible pasatiempo, sin embargo, no puedo esquivar a un enorme espejo en la puerta de un closet empotrado, que ocupa mucho espacio en mi pequeña guarida. Las distracciones son mi mayor debilidad y divagar en mis pensamientos, sueños y memorias mi enfermedad incurable, que solo me consume todos los días.


Geraldine Z.


Ilustración por Isabella Mazzanti


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